lunes, 19 de agosto de 2013

Culminó sus clases la primera escuelita zapatista convocada por EZLN

Foto: Moysés Zúñiga Santiago
Los zapatistas quisieron que les escucháramos, que les viéramos, que compartiéramos experiencias de lucha

Por Marta Molina | Red de Medios Libres de Chiapas | Resumen Latinoamericano

La primera generación de alumnos de la primera escuelita zapatista se va con una tarea importante y una gran responsabilidad: trasladar a sus colectivos y movimientos lo que aprendieron durante cinco días en las comunidades y familias que les acogieron. 


A partir de hoy, 1.700 personas de México y de otros países del mundo tienen quizás los deberes más difíciles de hacer: trabajar para organizar sus movimientos y ejercer la responsabilidad colectiva de seguir luchando ahora, con todo lo que se llevan, de lo que vieron y vivieron con los  zapatistas.

El día en que se inició la Cátedra Tata Juan Chávez Alonso en el CIDECI de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, que reunió a representantes de los pueblos originarios de todo México convocados por el EZLN, llegaron algunos de los alumnos que en los últimos días estuvieron escuchando y aprendiendo con familias zapatistas qué es la libertad y la autonomía.

Mientras los pueblos en resistencia y lucha por la defensa de sus territorios -sea por la amenaza de empresas transnacionales, narcotráfico, gobierno- compartían sus victorias o sus errores organizativos, gente de todo el mundo llegaba al mismo espacio desde donde partieron para la Escuelita. Sus rostros cansados no podían esconder la emoción de haber sido parte de la primera generación de “egresados” que no obtienen un título de graduación pero si una responsabilidad mayor que la que te da un papel que demuestra tus logros académicos. Aquí los egresados serán los que se lleven con ellos unos deberes que les ocuparán toda la vida, hasta que su movimiento se organice, hasta que su comunidad sea más libre.

Algunos regresaron con ampollas en las manos de usar por primera vez el machete para trabajar en el campo. Otros, junto con la familia con las que les tocó convivir, se levantaban escuchando tojolabal, chol, tzeltal, tzotzil antes de la salida del Sol para hacer tortillas –para algunos, la primera vez-, a cocinar, a preparar el pozol para los compañeros que se iban a trabajar la milpa, a cortar y cargar la leña. Desayunaban juntos frijoles, tortillas y compartiendo experiencias, desde las más sencillas hasta las más complicadas entendiendo que su resistencia viene de las propias familias, ya desde niños.

“Ellos cuidan la madre tierra porque es lo que les brinda la comida. En las ciudades lo compramos todo en frascos y no sabemos ni de donde viene. Esto también es parte de la libertad”, comenta Marcos, de Argentina cuando le preguntamos si ya nos puede decir lo que es la libertad según los zapatistas.

Otros nos comentan que su libertad es ejercer su autonomía sin la ayuda del gobierno y que es su trabajo duro diario y cotidiano lo que les permite sobrevivir sin el gobierno y así, ser libres. Coherencia, resistencia y responsabilidad son palabras que se repetían en las conversaciones que mantuvimos con los recién llegados.

“Ser libres es poder decidir por ellos mismos qué vida quieren hacer, qué educación quieren tomar, cómo quieren formar a sus hijos, y cómo se quieren organizar”, comenta Marcos. “Nosotros tenemos que ir al supermercado, ir a la escuela que nos ofrece el sistema para reproducir el mismo sistema, la universidad también, la salud que nos brinda el sistema y que no entendemos”.

Toño, de Brasil, regresaba de la comunidad de Rosario de Río Blanco ahí en el Caracol de La Realidad, cerca de Las Margaritas. “Fue la mejor escuela a la que he ido en toda mi vida, una escuela de la resistencia y de vida en dónde aprendimos en la práctica la teoría de la autonomía zapatista”, comenta.

Otro aprendizaje, para muchos, es el que una familia zapatista pueda convivir tranquilamente con una comunidad en dónde la mayoría de la gente son priistas y reciben dinero de proyectos del gobierno. “Pero si un día les quitan la ayuda financiera no sabrán qué hacer”, dice Toño en palabras de uno de los miembros de la que considera ya su familia zapatista.

“Ellos tienen diferencias con sus vecinos pero no por eso son sus enemigos. Son las mismas personas. Además, nos están deteriorando la vida a todos en conjunto, aunque sean partidistas, no partidistas, hasta en el propio ejército hay indígenas y eso es lo que ha estado planeando el capitalismo, enfrontarnos contra hermanos”, comenta Erwin, procedente de Cuetzalan, en Puebla, y quien trabaja para construir la autonomía de la comunidad donde vive.

Para muchos fue imprescindible aprender cómo conviven con los que no piensan como los zapatistas, cómo trabajar una actitud no confrontativa y seguir conviviendo con hermanos no zapatistas que hasta pueden llegar con alguna enfermedad a una clínica autónoma y se les atiende, no se le rechaza. “En el mismo pueblo se saluda a las personas no zapatistas con cariño porque todos somos víctimas del sistema. Dicen que más bien son gente manipulada por el gobierno y el dinero que les dan, pero que todos venimos de un mismo lugar y que el enemigo es el mismo. Además, si estos hermanos llegan a provocar con violencia, uno no puede responder con lo mismo porque el fuego no se apaga con fuego”, comenta Erwin.

Los guardianes (votanes) y los maestros de cada alumno fueron sus referencias y sus guías. Con ellos iban al campo y estudiaban por la tarde, junto con toda la familia. El tema de no hablar la misma lengua, en muchos casos, no fue precisamente un problema. “Acabamos entendiéndonos”, comenta Camila, de 17 años y estudiante en un CCH de la UNAM quien cuenta que leían conjuntamente los libros de texto, bien distintos a los que ella conocía: “me encantó porque ponen anécdotas; lo explican todo a través de anécdotas, que son el reflejo de la práctica”. Camila desea que haya un segundo grado de la Escuelita y que la dejen asistir porque ya aprendió que la autonomía sí existe, que sí es posible.

Mónica Olaso, de Uruguay, comparte con nosotros una de las frases que más le impresionó cuando le preguntó a su maestro por qué les llamaron y qué esperan de ellos: “¿sabes qué pasa Mónica, una bala no va a llegar hasta Uruguay pero la palabra nuestra si”. Vuelve a su país, dice, con una responsabilidad, más bien una misión: insistir en la parte organizativa, lo más difícil. Organizar con paciencia para cumplir los acuerdos que se toman en conjunto con las personas de su comunidad y luego también, pasar las enseñanzas que están en los libros que les dieron y las que están ya en su persona, en sus vivencias.

“Los zapatistas quisieron que les escucháramos, que les viéramos, que compartiéramos experiencias de lucha. Ahora, la misión está en nosotros: que cada uno, de acuerdo con nuestros modos y lugares, continuemos organizando, según nuestro contexto; movimientos rurales, urbanos, da igual, pero vamos a aprender a ser más autónomos, por lo tanto más libres y a convivir hasta con el propio enemigo, porque si eres autónomo y libre puedes convivir con ellos”, comentan Mónica y Toño.

Mañana seguiremos escuchando y aprendiendo sobre las resistencias de los pueblos originarios de México en la Cátedra Tata Juan Chávez Alonso. Una cátedra que ayer empezó a caminar hacia la organización de las luchas por la dignidad, la justicia y la memoria en México y permitir medir la fuerza de los pueblos que forman parte del Congreso Nacional Indígena y los que no, para organizarse en conjunto.

Todo esto mientras más 1.700 alumnos de la primera Escuelita de la Libertad regresan a sus casas con muchos deberes por hacer, muchas redes por armar, y mucho que organizar. A tomar nota e ir entregando los deberes de la escuelita en forma de lucha. 


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