lunes, 5 de septiembre de 2011

Lo que ocultan los cinco medios que rompieron con Wikileaks

Pedro de Alzaga - Cuarto Poder

Las tensas relaciones que la prensa y Wikileaks mantenían parecen haberse roto definitivamente en los últimos tres días. 

La organización decidió ayer (sábado) publicar los cables diplomáticos del Departamento de Estado de EEUU sin ningún tipo de filtro, después de que un cúmulo de errores e imprudencias por parte de la organización de Julian Assange y de un periodista del diario The Guardian pusiera al descubierto en la red toda la información confidencial sobre la diplomacia estadounidense.

La historia se remonta a finales de 2010, cuando Wikileaks se hizo con más de 250.000 cables del Departamento de Estado de Estados Unidos y decidió compartir esta información con cinco cabeceras periodísticas europeas y estadounidenses

La prensa trabajaría filtrando toda aquella la información de los cables diplomáticos que pudiera poner en peligro la vida de informantes y otras personas cuya identidad debiera permanecer en el anonimato.

El control sobre la información se perdió cuando Daniel Domscheit-Berg, miembro de Wikileaks, abandonó la organización por desacuerdo con Assange y se llevó con él varios archivos, incluido el que contenía los cables sin filtrar. Poco después, este archivo circulaba por las redes de intercambio de ficheros P2P, disponible para cualquiera que quisiera descargar los 350MB de información comprimida. No obstante, la contraseña que permitía visualizar su contenido seguía a cubierto.

A cubierto, por poco tiempo: En febrero de 2011, David Leigh, jefe de la unidad de investigación de The Guardian, publica un libro sobre Julian Assange por encargo de Hollywood y en uno de los capítulos el periodista explica cómo el fundador de Wikileaks le entregó una memoria USB con el archivo que contenía los cables originales y le reveló la contraseña para descifrarlo: Assange escribió en un papel la clave y le dijo de viva voz la palabra que debía añadir para completarla. Asimismo, insistió en la confidencialidad de esta información y advirtió al periodista de que la memoria USB nunca fuera enchufada en un ordenador con acceso a Internet.

Al descubierto

Tanto la contraseña como la palabra que debía de añadirse fueron publicadas por Leigh en su libro, quien ahora afirma que Assange le aseguró que cambiaría la clave al cabo de unos días. Por si fuera poco, Domscheit-Berg informó poco después al diario alemán Freitag de que el archivo circulaba por la red y la contraseña estaba disponible, al tiempo que se quejaba de la falta de seguridad de Wikileaks y la desidia de su fundador.

Cuando Assange se enteró de que la contraseña había sido publicada, se puso en contacto con el Departamento de Estado de EEUU para avisarles del inminente riesgo de que alguien descifrara el archivo que circulaba por Internet. Además, los abogados de la organización iniciaron un proceso legal contra el diario The Guardian por incumplir el acuerdo de confidencialidad firmado por su director, Alan Rusbridger.

Por último, en un movimiento muy discutible, Wikileaks decidió publicar los cables para que la información que en ese momento sólo tenían algunos internautas pasara a formar parte de la opinión pública y se obligara, así, a los Gobiernos implicados a proteger a las fuentes cuyos nombres habrían sido revelados en los cables.

Ayer, el diario The Guardian publicó un artículo con el título “Wikileaks decide hacer públicos todos los cables del Departamento de Estado” en el que sólo se hace referencia a la contraseña desvelada por un periodista del periódico en un breve párrafo. Uno de los autores de este texto es el propio David Leigh y se usa como fuente autorizada a Daniel Domscheit-Berg, quien una vez más arremete contra Assange, esta vez por no haber cambiado la contraseña del archivo y haber sido demasiado perezoso.

Condena conjunta

Los cuatro diarios y la revista que colaboraron con Wikileaks en el Cablegate emitieron ayer un comunicado en el que condenan la publicación de los cables. The New York Times, The Guardian, Le Monde, Der Spiegel y El País omiten el delicado asunto de la contraseña publicada por David Leigh, cuñado del director de The Guardian, Alan Rusbridger. No obstante, el diario español -quien lleva hoy el asunto a la portada de su edición impresa- publicó ayer un artículo sin firmar en el que defendía tesis muy parecidas a las del artículo del diario británico, exculpaba al periodista y cargaba todas las tintas sobre Assange y su organización.

Toda esta historia delirante de culpas encadenadas coincide en el tiempo con la publicación por parte de Wikileaks de cables que revelan el uso que hace Israel de aviones no tripulados para asesinar a personas, así como de la ejecución sumarísima de un hombre, cuatro mujeres y cinco niños por parte de las fuerzas de ocupación de EEUU en Irak, entre otros asuntos destapados por la organización. 

Coincide también con la enésima traición de Daniel Domscheit-Berg, quien el pasado 20 de agosto dijo haber destruido la información sobre Bank of America que Wikileaks planeaba publicar y que, según Assange, arrojaría luz sobre la corrupción en el mundo financiero.






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