viernes, 16 de noviembre de 2012

Honduras delira bajo los efectos de una democracia que institucionalizó la trampa electoral

camiloatala.blogspot.com
Ollantay Itzamná | Rebelión

A tan sólo a unos días de las elecciones nacionales primarias, las mismas que se realizarán el próximo domingo 18 de noviembre, en una de las oficinas de campaña electoral del partido Nacional (en función de gobierno) se decomisaron varios millares de tarjetas de identidad hondureña que iban a ser distribuidas por el candidato denunciado. 

Dos de los otros candidatos del mismo partido denunciaban: “Si nosotros también hemos solicitado 15 mil y 20 mil tarjetas cada uno, ¿por qué Registro sólo nos entregó 2 mil?”

Este acto, y la reacción permisiva del Tribunal Supremo Electoral (TSE), es una pequeña muestra de la falacia de las elecciones democráticas en Honduras. 

Tampoco podría ser de otra manera. El TSE es una institución inter partidaria. Está conformado por 2 magistrados nacionalistas, 2 liberales y 1 del PINU (públicamente confesos). Así el fraude está institucionalizado, y las elecciones democráticas son una falacia.

Multimillonarias campañas electorales en un país desnutrido

Honduras, en su ilusión de aproximarse a su ideal norteamericano, emula con torpeza en su sistema electoral el proceso de las elecciones primarias. Dicen, para democratizar más las elecciones.

De esta manera, de forma irresponsable, el deficitario Estado gasta más del 8% de su presupuesto general del presente año para organizar esta “fiesta electoral” (en la que sólo 3 partidos hacen el simulacro de elegir a los candidatos que competirán en las generales). Al próximo año, para las elecciones generales, gastará mucho más (en las que participarán 9 partidos). Las elecciones generales son cada cuatro años, pero el proceso comienza dos años antes.

Así, de los cuatro años de gobierno constitucional, dos se dedican completamente a la campaña electoral en la que se derrocha dinero, tiempo y atención. Nadie sabe a ciencia cierta cuántos miles de millones de lempiras se “invierten” en las campañas electorales de dos años.

El TSE dice que estas primarias cuestan al Estado más de 6 mil millones de lempiras. ¿Puede un pueblo sano aguatar, dos años seguidos, cada dos años, mentirosas propagandas electorales con su propio dinero? Pero Honduras no sólo lo permite, sino que participa en ellas con algarabía.

La enfermedad del éxtasis electoral

En cada campaña electoral, los verdugos democráticos llegan en helicópteros y carros del año a saludar a la “pobrería” en las aldeas aisladas sin servicios básicos, sin transporte, sin escuelas, ni centros de salud. Llegan a prometerles mejorías, aunque víctimas y verdugos saben que eso son mentiras, porque de cumplirlos no tendría qué prometer en las próximas visitas electorales.

Familias desnutridas, en sus covachas, con sus niños carcomidos por lombrices, esperan y se organizan para recibir al candidato patrón que los visita. En un ambiente casi místico comentan entre ellos como si tratara del aterrizaje del mismísimo Dios en un helicóptero jamás antes visto.

Y llega el ladrón de los votos. La emoción y jolgorio es total. Banderas, afiches, gorras, bolsas de comida con la fotografía del mesías, se confunde y se reparten. Aquello es una alucinación total. Llegando al delirio colectivo cuando el recién llegado saluda en nombre de Dios y con citas bíblicas.

Concluida la euforia y el éxtasis religioso político, la aldea queda más miserable y sucia que antes. El mesías político se asea y se cambia de traje para liberarse de la pestilencia aldeana. Mientras sus activistas en dichas aldeas (a cambio de una propina) prosiguen con la tarea “pedagógica” de enseñar a los analfabetos a ponerle una cruz en la frente del patrón. ¡Hasta las almas más insensibles lloran al ver aquel grado de embrutecimiento terminal en nombre de la democracia!

Un país cuya democracia institucionalizó el fraude electoral

La falacia de la democracia representativa y corrupta es de película. Mientras escuadrones de militares en actitud de guerra “custodian” las maletas electorales con las urnas, el sistema electoral partidizado institucionaliza las siguientes trampas socialmente permitidas:

Impresión y entrega de paquetes de tarjetas de identidad a sus candidatos preferidos. Mientras en cualquier país medianamente serio, la solicitud y entrega de tarjetas de identidad es personal, en Honduras (en contra de lo establecido), en campaña electoral, el Registro imprime y entrega decenas de miles de tarjetas de identidad a los candidatos (de su preferencia) para que distribuyan a sus votantes. Una profesora comenta: “Esto es normal. Lo peor es que ni siquiera entregan todas las identidades. Unos años atrás, en un basural se encontraron varios paquetes de identidades nuevas tiradas en bolsas”.

Compra de tarjetas de identidad por 24 horas a 500 lempiras ($25.00). Cuando uno de los partidos sabe que su contrincante tiene las de ganar en una circunscripción, envía a sus actividades para que compren las tarjetas de identidad a las y los electores, por 24 horas, en vísperas de las elecciones, a un valor de 500 lempiras. Así, aldeas completas quedan imposibilitadas para emitir su voto el día de las elecciones, y se evita el triunfo del contendiente. Luego se devuelven las tarjetas. Esta práctica “democrática” lo conoce todo hondureño.

Traslados de votantes antes y durante las elecciones. Los candidatos representados en el TSE se distribuyen, midiendo la cantidad de sus potenciales votantes, zonas completas del país para tramitar traslado de votantes. Para ello, no sólo movilizan miles de votantes de una circunscripción a otra, sino que los mismos candidatos contratan personal eventual quienes fungen como funcionarios en los registros electorales para agilizar dichos traslados. El día de las votaciones el turismo interno nacional de electores es más que evidentes. ¿Quién no quiere viajar, con todo tramitado y pagado, en un país que aún desconoce?

Compra de votos demostrables por celulares. Ante la competencia en el mercado de la compra venta de votos, y la imposibilidad de asegurar la efectividad de la misma, el día de las elecciones, los partidos o candidatos distribuyen a sus actividades hacia los diferentes recintos electorales para que monitoreen y corroboren la efectividad del voto comprado. Para ello, el o la votante que recibió dinero del candidato/a (a cambio de su voto), tiene que, con su celular, fotografiar su voto en la papeleta antes de depositarla en el ánfora, y mostrárselo al activista que lo espera en las afueras. De lo contrario, debe devolver el dinero recibido.

Mesas electorales integradas por activistas políticos. Las mesas electorales están conformadas por correligionarios o activistas de los partidos políticos. Sí, aunque Ud. no lo crea, el TSE convoca y capacita a activistas de los diferentes partidos para que reciban y administren los votos el día de las elecciones. De las responsabilidades de las mesas electorales, la más apetecida es la del secretariado, porque como ni el escrutinio, ni el cómputo de votos se realiza en un pizarrón, el o la secretaria anota y contabiliza los votos “cantados” en una ficha sin que nadie más sepa, ni vea para quiénes se suman los votos. De esta manera, casi siempre gana el partido o candidato a quien representa el o la secretaria.

Distribución de las papeletas electorales sobrantes. Las y los integrantes de las mesas electorales, una vez transcurrida las 8 horas de votación, se distribuyen, en partes iguales, las papeletas electorales sobrantes y las marcan con sus votos de preferencia y las depositan en las urnas. De esta manera inflan la cantidad de votos para sus candidatos y partidos.

Estas y otras prácticas inmorales e ilegales se han institucionalizado en el proceso electoral hondureño, desvirtuando aún más a la fallida democracia representativa, y afianzando la trampa y la corrupción en el núcleo del ADN de los nuevos funcionarios públicos electos. Por eso, la democracia representativa, no sólo excluye y empobreció a las grandes mayorías, sino que es uno de los instrumentos que estructuran y configuran la psicología colonial de la hondureñidad. A tal grado que el electorado creyente, en su gran mayoría, es casi incapaz de diferencia entre su Dios y su verdugo político.

Ante esta situación, los movimientos sociales, las iglesias, las instituciones públicas y privadas, la cooperación internacional, etc., deberían exigir que se supriman las fastuosas elecciones primarias, se despartidice el Tribunal Supremo Electoral, y se ciudadanice al electorado mediante una educación política sostenida para una democracia participativa y menos representativa/patronal. 


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