sábado, 27 de diciembre de 2014

Nicaragua: Radio La Primerísima 29 años en lucha

Por Edwin Sánhez | Radio La Primerísima

La Primerísima, como otras importantes emisoras de América, hace lucir al dial sonoramente saludable.
Nicaragua que en los años 60 y parte de los 70 marcaba su propia distancia con programación de calidad y emisoras orgullosas de contar con su propio Cuadro Dramático, en los 90 experimentó un declive.

Sabemos los años duros de los 80, pero aun así, se amalgamó una red en todo el territorio en las que estaba La Primerísima y se mantuvo la radio, no solo como un transmisor encendido y una antena para cubrir determinadas zonas y demandas. Ahí surgieron profesionales, trabajadores que no se encontraban en el mapa radiofónico de antes de la Revolución.

La Primerísima no solo es una simple estación: es un aporte a la patria. Sin poner dudas o peros, puede decirse que están haciendo radio, y eso ocurre a miles de años luz de donde un radiodifusor cree que con un locutor monta discos, a veces el mismo controlista, y dos enlatados, resolvió su empresa.

Es aquí donde se distingue la frecuencia 680 en Amplitud Modulada, y aunque su nombre nos diga mucho, como le dijo un filósofo arriero a José Alfredo Jiménez – así me refiero a vocalistas y compositores de la abundante veta de la sabiduría de los pueblos--,  La Primerísima supo que “no hay que llegar primero, sino que hay que saber llegar”.

Dos magníficos programas constituyen la columna vertebral, sin que los otros mermen en profesionalismo: “Sin Fronteras” y “Sabemos lo que decimos”, y por supuesto, la dirección de William Grigsby.

En momentos históricos trascendentales como las elecciones nacionales y también las regionales, el equipo periodístico de La Primerísima en la que destaca Tirsa Sáenz, no engaña ni crea falsas expectativas, informa lo que pasa, y el o la radioescucha puede sentirse verazmente informado, porque como dice Omar García “sabemos lo que decimos”.

Y ese ímpetu por escudriñar la verdad es parte del ejercicio cotidiano por desarrollar periodismo y no la agenda política de una minoría radical apartada de la gente.

Solo la pasión por la radio que siente William podría darnos una explicación de cómo mantener por casi tres décadas un sentir, un espíritu, un corazón que da voz y brújula al amplio auditorio nacional.

Esta es una emisora que comunica realidades, no rencores; paz, no violencia; que razona, promueve el diálogo y busca y rebusca las soluciones de las familias, los barrios, las comunidades.

La Primerísima revela su nicaraguanitud al difundir lo nuestro, a sus compositores, solistas y conjuntos. Su enfoque cultural es de Primerísima autoridad con Wilmor López y el País Azul del profesor Mario Fulvio Espinoza.

Algunos que son dueños de emisoras e incluso de programas, no entienden la responsabilidad de disponer de este medio efectivo. Es como colocar un poderoso altavoz a lo más profundo del alma, de ahí que uno debe cuidarse de cómo anda.

Hay beneficios colectivos cuando se irradia amor, al limpiar los aires de Nicaragua, como es el caso de esta bandera que ondea libertad en las ondas hertzianas, pero estragos cuando se contamina el ambiente con cizañas y otros perversos sentimientos…

Y así como es peligroso mezclar el alcohol con el timón, también es un mortífero coctel ligar un corazón emponzoñado con el micrófono.

Gracias a Dios, el Norte y el Sur de La Primerísima es Nicaragua Sin Fronteras.

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