miércoles, 5 de julio de 2017

Cuba, una obsesión norteamericana

Por Fabián Escalante Font | La Pupila Insomne

Las relaciones entre Cuba y Estados Unidos han sido antagónicas desde épocas pretéritas. La conocida doctrina Monroe, que adjudicaba Cuba a Norteamérica al independizarse de España, más tarde dos intervenciones militares para imponer una neocolonia frustrando la independencia y soberanía nacional y luego la imposición de varios gobiernos y dictaduras corruptas que les garantizaran el control político, económico y social de la Isla fueron las estrategias seguidas para asegurarse que la “fruta madura” cayera en su patio.

No es ocioso entonces, hoy que Estados Unidos perfecciona sus estrategias para doblegar la resistencia del pueblo cubano, repasar algunos momentos culminantes de aquella historia, cuando la CIA y otras Agencias subversivas norteamericanas intentaron frustrar la revolución que se gestaba en la Sierra Maestra.

Ya en la última etapa de las luchas del pueblo cubano por su independencia y soberanía, antes del derrocamiento de la dictadura de Fulgencio Batista, Estados Unidos trató infructuosamente de atomizar y frustrar el proceso revolucionario, en compañía de sus asociados del “sindicato del crimen organizado”, que se habían asentado en la capital cubana a finales de los años cuarenta.

En 1950 un prominente mafioso, Meyer Lansky[1], hizo tratos con el gobierno autentico[2] de Carlos Prío para, por 250,000 dólares, posibilitar el regreso a Cuba de Batista y dotarlo de un acta de senador de la República. Era su hombre de confianza en la Habana, para cualquier eventualidad. Luego, al percatarse gobernantes del norte y mafiosos, de la inestabilidad política provocada por la dramática corrupción y latrocinio de aquel gobierno y la posibilidad de una eventual explosión popular, propiciaron el golpe de estado ejecutado por Batista en marzo de 1952. Ello le dio las garantías necesarias para mantener las prebendas y privilegios con que contaban, a lo cual se uniría el proyecto de la Mafia para hacer en la Isla, “Las Vegas del Caribe”, un entramado de casinos de juego, prostitución, drogas, abortos ilegales, gansterismo y corrupción generalizada, las cuales devinieron en realidad cotidiana, algo que Fidel Castro con el asalto al Moncada y la guerra de liberación desarrollada posteriormente, erradicó definitivamente en nuestra patria.

La estación de la CIA en la Habana contaba en esa época con más de dos decenas de oficiales operativos en su embajada y otros tantos agentes bajo “cubierta profunda” ubicados en puestos claves en la sociedad habanera de entonces. William Caldwell, agregado diplomático, era el jefe de la estación, mientras que el embajador, Arthur Gardner, devenía en alabardero del régimen batistiano. Fragmentos de un libro escrito por un veterano agente CIA Howard Hunt, luego activo participante de la agresión contra Cuba, refería una reunión en la Habana de aquellos años, que mostraba pintorescamente el escenario de entonces:

“Veinte de nosotros estábamos sentados en la espaciosa oficina del honorable Arthur Gardner, embajador de Estados Unidos en Cuba. A través de las altas ventanas podíamos mirar hacia el mar y ver los yates y botes de pesca mecerse en el Caribe. Debajo, el malecón habanero, autos del último modelo transitaban rápidamente entre los turistas que paseaban con sus coloridas ropas de vacaciones. El aire era frío en aquella mañana de diciembre de 1956, pero el sol era brillante y muchos de nosotros deseábamos pasar la tarde nadando en las playas de Mariano.

“A excepción del embajador Gardner todos éramos oficiales de la CIA, salvo algunos funcionarios del cuartel general, jefes de estaciones en América Latina y el Caribe. Durante tres días habíamos estado participando en una reunión regional, cuyo lugar de celebración anual, era escogido sobre la base de la accesibilidad de los participantes, así como de ausencia de embajadas comunistas. Nuestra reunión anual llegaba a su fin y asistíamos a una reunión de cortesía del embajador.

“Nuestro jefe de División el coronel JC King daba al diplomático los puntos de vista de la CIA, cuando un ayudante de la embajada penetró y le susurro algo a éste. Al retirarse el mismo Gardner nos dijo que el presidente Batista le había informado que un bote cargado de revolucionarios había sido hundido en la provincia de Oriente y que los sobrevivientes eran perseguidos por el ejército y la fuerza aérea. El líder de la banda era un antiguo agitador, Fidel Castro, quien estaba entre los muertos. “Virándose hacia King, Gardner dijo: “ese nombre me es familiar… no estuvo Castro involucrado en las revueltas de Bogotá? “Profundamente involucrado” asintió King. El famoso bogotazo…”

Al año siguiente, 1957, muy cerca de la ciudad de Nueva York, en una localidad denominada Apalachin, el FBI “sorprendió”[3] una reunión de los jefes mafiosos de todo el país, que entre otros asuntos, puntualizaban las competencias de cada “familia” en las actividades de juego, prostitución y tráfico de drogas en la Habana.

Bajo el manto de un programa de agricultura denominado “Punto IV” los diplomáticos y oficiales de la CIA se movían libremente por todo el país, en búsqueda de informaciones, reclutamientos y acciones encubiertas destinadas unas al apoyo del gobierno de Batista y otras a “estimular” la “oposición blanda” de la dictadura, en búsqueda de apoyos en ambos bandos. Después del Moncada y la conocida autodefensa de Fidel Castro, la CIA comenzó a trabajar en tres direcciones fundamentales: la guerra sicológica, con fuerte acento anticomunista, para manipular los prejuicios socio políticos existentes y endilgar a los revolucionarios el calificativo de “asalariados” de intereses foráneos de una potencia extra continental, la URSS; fortalecer policial y militarmente a Batista, aumentado las entregas de armamentos y asesoramiento para el exterminio de los focos rebeldes y resistencia urbana; y finalmente la “joya de la corona” que consistía en desarrollar una “oposición insurreccional”, que entre otras acciones incluía la formación de una zona guerrillera propia en el Escambray cubano, que llegado el caso, frustrara el proyecto de Fidel para trasladar la guerra de liberación hacía el occidente del país, al tiempo que desacreditar al movimiento revolucionario, provocando desmanes y crímenes entre la población campesina.

Para la primera tarea se escogió al veterano de Chile y Guatemala David A. Phillips[4], quien años después, llegaría a ser jefe de la División del Hemisferio Occidental en la CIA, el que operando desde una oficina de relaciones públicas ubicada en la calle Humboldt[5], en la céntrica Rampa habanera, debía dirigir una campaña de subversión política e ideológica a través de los principales medios de prensa, radio y televisión local. Artículos, charlas, conferencias en Universidades y escuelas, sociedades culturales y fraternales, reclutamiento a personajes de los medios televisivos y culturales en fin todo lo que estuvo a su alcance fue utilizado para tales fines.

Por su parte, Alan Dulles, jefe de la CIA, viajó a la capital cubana entrevistando a los principales jefes policiales, a los cuales recomendó la creación del Buró para la Represión de Actividades Comunistas, BRAC[6], como el medio más eficaz para exterminar al movimiento revolucionario, estableciendo cursos de entrenamiento para los oficiales a cargo de esas tareas y proveyéndolos de abundantes recursos.

Paralelamente la CIA estimulaba una formación paramilitar creada, “los tigres” capitaneados por un “colaborador” de la embajada, Rolando Masferrer Rojas, quien llegaría a cometer cientos de crímenes a lo largo y ancho del país, a los fines de debilitar al movimiento revolucionario e instaurar el terrorismo de estado. La misión militar norteamericana elevó su plantilla dentro del ejército nacional y un importante asesoramiento y ayuda en equipos y armamentos fue entregado a partir de entonces a las fuerzas militares del Tirano.

Finalmente la Agencia decidió ejecutar un novedoso método de trabajo; formar una guerrilla “revolucionaria”, al igual que hoy apoyan al Estado Islámico o en su momento crearon Al Qaeda, para lo cual designaron a su colaborador, Eloy Gutiérrez Menoyo y un grupo de personajes, muchos provenientes de las organizaciones auténticas desplazadas del poder[7], que dicho sea de paso, contaban en el país con cuantiosos arsenales escondidos, que esperaban una oportunidad para utilizarse, no para liberar la patria, sino para asaltar el poder y recuperar las prebendas perdidas. Así nació, contra natura, el “II Frente Nacional del Escambray”, de triste recordación de los campesinos de las comarcas donde operó, por los abusos y desmanes cometidos, que los hicieron acreedores del calificativo popular de “come vacas” pues robar ganado era una de las “acciones militares” preferidas. Un letrero a las puertas de su campamento principal los definía: “Prohibida la entrada a los Comunistas”. Allá en su grupo, dos agentes bajo contrata de la CIA, William Alexander Morgan y John Maple Spiritto, eran los encargados de controlar a los “rebeldes de Menoyo”.

El 17 de febrero de 1957, pocas semanas después del desembarco del Granma, Fidel Castro, aún con una pequeña tropa de 20 hombres, perseguido y acosado por las fuerzas de la Tiranía, se entrevistaba con el periodista Hebert Mathew, del New York Times, para exponer a la opinión pública mundial y norteamericana los motivos y razones de aquella guerra que recién comenzaba.

Cuatro meses más tarde, el 11 de julio Celia Sánchez le informaba al líder cubano que “Ese mediodía Frank (País) recibió aviso urgente de María Antonia Figueroa informando que el vicecónsul norteamericano en Santiago de Cuba, Robert Wichea deseaba establecer contacto con el comandante en la Sierra junto con otro norteamericano que no conocía a lo que Frank había respondido: “una cosa de esa envergadura tenemos que consultarle a Alex (Fidel Castro). Ahora mismo sale la petición, supongo que tardará 5 días la respuesta. Al cónsul se conocía, pero al otro señor no. Tenemos que saber quién es antes. Además que cosas o temas van a tratar. Esto es muy importante”[8]

En esos días el Comandante Fidel Castro trabajaba con otros compañeros en un documento que se denominó “El manifiesto de la Sierra Maestra” que con fecha 12 de julio constituyó una declaración de principios y proyecciones políticas de singular trascendencia histórica, que definía con meridiana claridad la posición del movimiento 26 de julio frente a “pactos” mediadores y golpes militares. Fue ese el momento en que recibió la carta de Frank, donde éste además puntualizaba: “ya yo estoy arisco con tanto movimiento y conversaciones de la embajada. Creo que convendría cerrarnos un poquito más, nunca perder el enlace, pero no darle la importancia que se le está dando, pues veo que se están introduciendo y no veo claro sus verdaderos fines. Tengo recelos de otra mediación”[9].

El sábado 20, Fidel escribe una larga carta dirigida a Frank. En ella, analizaba temas muy importantes y entre otros asuntos puntualizaba: “no pone ninguna objeción en la probable visita de un diplomático norteamericano a la Sierra, pues ello constituiría un reconocimiento de beligerancia de las fuerzas revolucionarias y una victoria más contra la tiranía, siempre y cuando se sepan mantener en alto la dignidad y la soberanía nacional”. Y añade:

“que nos hacen exigencias?, las rechazamos, que desean conocer nuestras opiniones?, las exponemos sin temor alguno, que desean estrechar lazos de amistad con la democracia triunfante en Cuba?, Magnifico!. Eso es síntoma de que reconocen el desenlace final de esta lucha. Que nos proponen una mediación amistosa?, responderemos que no hay mediación honrosa, ni mediación patriótica, ni mediación posible en esta lucha”[10].

Mientras, el Dpto. de Estado había considerado necesario implementar dos medidas adicionales al proyecto subversivo; una, sustituir al embajador de entonces, Arthur Gardner, un connotado batistiano por el experimentado Earl Smith y la otra asignada a la CIA que debía reforzar su contingente en la embajada con un grupo de operativos veteranos de la operación “Éxito” que en 1954 derrocara al gobierno de Jacobo Arbens en Guatemala, encabezados por David S. Morales, que ocupo el cargo de agregado diplomático y jefe de operaciones sucias.

Mientras, los mafiosos encabezados por Santos Traficante junior, hombre de confianza de Meyer Lansky trataban por todos los medios de acceder y corromper las estructuras revolucionarias, aportando recursos financieros e incluso, llegado el caso, “casas de seguridad” para acoger a revolucionarios prófugos. Ejemplo de ello fueron las actividades realizadas por el joyero Carlos Tepedino, hombre de confianza del mafioso, con oficinas en el Havana Hilton, quien atrajo a su círculo a varios participantes en la lucha contra Batista de procedencia autentica.

El 28 de agosto de 1958 aterrizaron en una avioneta con armas y pertrechos, en un lugar conocido como “cayo Espino”, en las inmediaciones de la Sierra Maestra, Pedro Luis Díaz Lanz, quien posteriormente fuera jefe de la fuerza aérea rebelde y el agente CIA por contrata Frank Sturgis, con instrucciones de entrevistar a Fidel Castro y comprobar la alegada presencia comunista en la guerrilla. Según relató éste último en un libro autobiográfico, se entrevistó con el líder revolucionario y pudo comprobar que aquellas acusaciones eran infundadas, algo que informó en noviembre, al bajar de la montaña a Santiago de Cuba, al oficial CIA y vicecónsul norteamericano, Robert Wichea, que desde esa plaza tenía un “puesto de avanzada” para de observar y tratar de influir el desarrollo de la lucha armada en el oriente cubano.

Días más tarde, el 12 de diciembre de 1958 en una operación combinada del FBI, seguidores de Carlos Prío y la policía batistiana[11], utilizando al ex marine norteamericano Alan Robert Nye trataron de asesinar a Fidel Castro en las inmediaciones de Bayamo, en plena ofensiva rebelde. El yanqui que debía entregarse a los rebeldes y “pasar” por simpatizante de los revolucionarios, en la primera ocasión que encontrara al dirigente, asesinarlo, con las armas que le entregaron y huir al amparo de las tropas batistianas. Este hecho fue conocido por los tribunales revolucionarios en febrero de 1959, juzgado y sancionado, poniendo en evidencia hasta qué punto las autoridades norteamericanas se involucraron en hacer fracasar la revolución, asesinar al líder revolucionario y proteger a Fulgencio Batista.

Por otra parte, los esfuerzos de la administración de Eisenhower por salvar a la dictadura fueron supremos y multilaterales. Después de celebrada la farsa electoral de noviembre de 1958, donde como era de esperar, ganó el candidato gubernamental, el presidente norteamericano envió a dos emisarios a Cuba: William Pawley, ex embajador y dueño de la fábrica de gas de la Habana y una línea de ómnibus urbano y al inspector general de la CIA Lynman Kirpatrick para persuadir a Batista de que ya era hora de retirarse, algo que el dictador conocía bien, pues en 1944 Meyer Lansky fue el mensajero del presidente Franklin D. Roosvelt con iguales propósitos[12]. Sin embargo, Batista no hizo caso de los consejos de sus amos y ya se conocen los resultados.

La dictadura fue derrocada precisamente aquel fin de año y como Fidel Castro antes había expresado en carta a Celia Sánchez, era a partir de entonces que comenzaba la verdadera Revolución. Cuba cambio transformándose en faro de luz y esperanza para todos los pueblos del Continente, su solidaridad no ha tenido fronteras, miles de médicos, maestros instructores de arte y deporte han recorrido el Mundo, y entre sus logros principales ha tenido la creación de un cubano más culto, libre, inteligente, solidario y honrado, elevando sus niveles de vida, espirituales y morales. Esa es la herencia de Fidel que por siempre estará entre nosotros. Gloria a su memoria eterna!!

Notas

[1] Meyer Lansky de la mafia judía de Nueva York, fue durante muchos años segundo al mando de Luky Luciano, “capo de tuti le capi”, quien en 1947 reunió en el hotel nacional de la Habana, a los principales jefes de familias mafiosas de USA para repartirse lo que sería “las Vegas del Caribe”: Cuba.

[2] Partido Revolucionario Cubano, PRC, “autentico” que comandó el ex presidente Ramón Grau San Martín, un politiquero corrupto, que designó como sucesor a Carlos Prío, un conocido corrupto y drogadicto.

[3] “sorprendió” porque milagrosamente los principales jefes de las familias mafiosas allí reunidas, escaparon

[4] David Atlee Phillips comenzó sus actividades en la CIA en Chile en los años cincuenta, luego Guatemala, donde dirigió la campaña de guerra sicológica, más tarde en Cuba, luego en la operación de bahía de cochinos, el asesinato del presidente John Kennedy, la agresión a Republica Dominicana en 1965, el asesinato del Ché en Bolivia, el golpe militar contra el presidente Allende, fueron entre otras sus principales operaciones, hasta su ascenso a jefe del Hemisferio Norte.

[5] La David Phillips Asociation

[6] El BRAC estuvo comandando por dos veteranos agentes: Mariano Faget y José de Jesús Castaño

[7] Nazario Sargent, Armando Fleites, Jesús Cabrera, Plinio Prieto, Sinesio Walch entre otros.

[8] Archivos de la Revolución, Consejo de Estado

[9] Idem

[10] Idem

[11] Al mando del coronel Orlando Piedra Negueruelos, jefe de Buró de Investigaciones, un similar al FBI yanqui.

[12] Según Warren Hinckle y William Turner autores del “Pez es Rojo”





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